domingo, 20 de noviembre de 2016

II. Novecentismo y Vanguardias

2. NOVECENTISMO Y VANGUARDIAS
NOVECENTISMO
Este movimiento se considera un puente entre las Generaciones del 98 y del 27, asimismo, también recibe el nombre de Generación del 14. Sus integrantes son filósofos, historiadores, periodistas y escritores como José Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Salvador de Madariaga, Américo Castro, Gregorio Marañón, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna o Juan Ramón Jiménez.
Independientemente de si forman o no Generación (recordad los principios de Petersen), es un grupo homogéneo formado por intelectuales europeístas que buscan la modernización de España, por lo que son, en general, progresistas. Proclaman el Arte Nuevo (artículo de Ortega en Revista de Occidente) como un arte deshumanizado que no está dirigido a las masas.
Lírica
El poeta por definición de este grupo es Juan Ramón, del que ya hablamos largo y tendido en el tema del Modernismo, pues sus inicios con Ninfeas o Alma de violetas, son modernistas. Como ya dijimos entonces, después de superar al “cisne” toma un camino muy personal que lo convierte en un auténtico y genuino buscador de la pureza, la poesía y  la belleza sublimada, además de uno de los padres de la poesía del siglo XX, inspirador de Salinas, Guillén, etc. 
Juan Ramón JIMÉNEZ (1881-1958)
Autodescrito como “andaluz universal”, nació en Moguer, Huelva, en 1881. Desde niño sufre problemas de salud que lo debilitan físicamente; la muerte de su padre, espiritualmente. Va a Madrid y se “empapa” de Modernismo, publicando sus obras en torno a 1900, con un halo de neorromanticismo. Sus primeras obras son modernistas, con simbolismo y paisajes melancólicos. En 1916 se casa con Zenobia Camprubí, para entonces JRJ ya es un poeta maestro y va encontrando su forma desnudando la poesía de su ropaje modernista. En la guerra se exilió en América dando clases en diferentes universidades. Recibe el Nobel en 1956, año en que muere Zenobia. Dos años más tarde, muere. De una personalidad difícil, contrajo enemistades profundas con otros poetas, incluso con seguidores suyos como Guillén o Salinas.
Aunque también escribe prosa (Platero y yo, novela lírica) su vida es poesía. Empieza en el Modernismo, se encasilla en el Novecentismo pero su obra sigue avanzando hasta estar fuera de cualquier movimiento. Extremadamente sensible, su obra se divide en primera poesía, poesía modernista, poesía desnuda, poesía pura y poesía del destierro.
Su primera poesía es adolescente (Ninfeas, 1900; Almas de violetas). La poesía modernista: Rimas, 02; Arias tristes, 03; Elejías, 07-08; Sonetos espirituales, 14-15… Poesía desnuda: Diario de un poeta recién casado, 17,  es intelectual y sin ornamento. Es una poesía elitista como en Eternidades, 16. En poesía pura destaca Poesía, 23, y Belleza, 23. En la poesía del destierro se observa un JRJ más metafísico, endiosado, aparece un dios: El otro costado (36-42) o Dios deseado y deseante (48-49).
Caso destacable es Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) que escribió ensayos, novelas, biografías, artículos periodísticos, pero al que nombramos en este epígrafe por un asunto lírico: la Greguería. Esa pequeña metáfora visual es en sí misma un adelanto de los que luego nos traerán muchas de las Vanguardias, juego e irrealidad. No olvidemos que buena parte de la introducción de las “avant-garde” en España se debe al Prometeo español (utilizando así también una de sus revistas).  La Greguería es la mezcla de humorismo y metáfora. Descúbrela en:
Narrativa
Junto con el ensayo, la novela es el género predilecto de los novecentistas para la expresión de su pensamiento. Los novelistas más importantes del grupo son Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala.
            Gabriel MIRÓ[1]  (1879-1930).  Idealiza el Modernismo en sus imágenes levantinas sublimando el “arte por el arte”, así como la emoción en obras como Las cerezas del cementerio (10) de corte simbolista. Pero la expresión estética más destacada de Gabriel Miró se ve mejor en Nuestro Padre San Daniel  (21) y El obispo leproso (26). Ambas novelas son “episodios” de la vida de Oleza (alter ego de Orihuela) y versan sobre el paso del tiempo. Son relatos de crueldad que presentan técnicas novedosas sobre todo en lo que al tratamiento del tiempo se refiere.
            Ramón PÉREZ DE AYALA[2] (1880-1962). Persigue el cambio moral del individuo, a través de una novela experimental en la que se hallan diálogos, intercalación de historias, perspectivismo… Se puede dividir su producción en dos grandes etapas.
La primera sería autobiográfica y en ella encontramos la tetralogía formada por Tinieblas en las cumbres  (07), AMDG(10), La pata de la raposa  (12) y Troteras y danzaderas (13). La más importante es AMDG, que recibe el nombre de las siglas que forman el lema de la Compañía de Jesús (Ad maiorem Dei gloria). La infancia en un colegio de Jesuítas, como también se relata en El jardín de los frailes de Azaña, es una dura experiencia, difícil de superar. En estas obras  Alberto Díaz de Guzmán, un alter ego del autor,  es el protagonista.
La segunda etapa en que dividimos la producción  narrativa de Pérez de Ayala se podría denominar como universal porque en ella trata temas globales. Destacan obras como Belarmino y Apolonio (21), sobre la necesidad de comunicación y armonía entre las personas,  Luna de miel, luna de hiel (23) o Los trabajos de Urbano y Simona (23) que son caricaturas que ponen en liza la necesidad de una educación sexual. Tigre Juan, de 1924, o El curandero de su honra (obra homónima al drama calderoniano, del 26) tratan, desde lo grotesco, la perfección del amor.
Ensayo
Como el objetivo del Novecentismo es modernizar el país, consiguiendo así un cambio moral en los individuos, los ensayos novecentistas es un género ideal para desplegar el carácter intelectual del grupo, bastante elitista y dado a los continuos actos públicos donde expresar su Pensamiento. La preocupación por el estilo y la precisión del lenguaje es muy evidente en estos autores por lo que este género no es una proclama de ideas sino un verdadero objeto literario donde volcar una reflexión organizada sobre los temas más recurrentes del Novecentismo: Europa, la Ciencia, la vida positiva, la reforma política…
            José ORTEGA Y GASSET (1883-1955)[3]. En un guía intelectual del periodismo, la literatura y la filosofía del siglo XX. El pensamiento orteguiano oscila entre la razón vital (razón como parte de la vida) y el condicionamiento de las circunstancias  el perspectivismo (de ahí la famosa frase de “Yo soy yo y mis circunstancias”).
Sus ensayos filosóficos más conocidos son los siguientes: Meditaciones del Quijote (14) en el que reflexiona sobre las circunstancias españolas a través de una figura fundamental en todos los tiempos como ha sido el protagonista de la obra de Cervantes (recuerda, si no, la entrada anterior donde Unamuno o Maeztu lo utilizaban para expresar ora angustia existencia, ora decadencia). Y El espectador es una colección de artículos sobre diferentes temas reunidos entre 1916 y 1924.
Sus ensayos estéticos quedan bien representados con títulos como Ideas sobre la novela y  La deshumanización del Arte[4], ambas de 1925 y de su publicación Revista de Occidente[5].  
Sus ensayos sobre ideas sociales y políticas buscan una europeización española a través de una élite de intelectuales que debería dirigir una reforma en este país. Títulos representativos son La España invertebrada y La rebelión de las masas, de 1922 y 1930, respectivamente.
            Otros ensayistas…
            Eugenio D’Ors (1882-1954). Sus Glosas parten del periodismo. Escribe Glosari (06-10) y Nuevo glosario (20-43). Profesa el culto a la razón también en sus obras de crítica literaria.[6]
            Manuel Azaña (1880-1940). Liberal, ministro, presidente de la II República, además es un escritor que trata el presente histórico español y las medidas necesarias para reformar el país (educación, secularización del estado…). Escribió el libro de diálogos políticos La balada de Benicarló (39), además de la novela El jardín de los frailes, en prensa, publicada en 1927.[7]
            Salvador de Madariaga (1886-1978). Trata temas históricos, culturales, políticos y sociológicos. Anarquía y jerarquía (1935).[8]
            Gregorio Marañón (1887-1960). El doctor Marañón escribió artículos y ensayos sobre Medicina, Crítica literaria, sobre grandes figuras históricas… Tres ensayos sobre la vida sexual (1926). [9]
            Américo Castro (1885-1972), La realidad histórica de España (54). Discípulo de Menéndez Pidal, está muy relacionado con el Centro de Estudios Históricos[10] y la Institución Libre de Enseñanza[11]. Habla de las “castas” en el Siglo de Oro y de la importancia de las tres religiones en la formación del “ser” español.
         Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984), España, un enigma histórico (56). Historiador, polemizó con Castro por el asunto de las “castas”. Fue presidente del Consejo de ministros de la República en el exilio.
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). El  Nobel de Medicina escribió La vida a los ochenta años (34).[12]
Ramón Menéndez Pidal (1869-1968). Uno de los mayores conocedores de la literatura medieval española, en especial del Cid, escribió multitud de trabajos sobre Lengua y Literatura.[13]






LAS VANGUARDIAS

Los "Ismos" son movimientos, muchos de ellos efímeros, que se fueron creando en las primeras tres décadas del siglo pasado. Su origen es europeo, aunque referiremos dos españolas, son interdisciplinares, rompen con lo anterior basándose en una máxima ya conocida: "el arte por el arte". Se basan, en su mayoría, en la irracionalidad y la imaginación, todo ellos a través de la experimentación. Destacaremos sólo algunas de las muchas que hubo: Cubismo, Futurismo, Dadaísmo, Surrealismo y Ultraísmo y Creacionismo en España. El introductor e impulsor de muchas de estas corrientes fue Ramón Gómez de la Serna.
      El Cubismo se suele reconocer como un movimiento pictórico gracias a la labor de Pablo Ruiz Picasso, si bien cabe destacar el afán de Guillaume Apollinaire en sus Caligramas, o poemas visuales, como un intento de mostrar todas y cada una de las perspectivas de la realidad literaria.
     El Futurismo es una Vanguardia italiana, cuyo Manifiesto fue publicado en 1909 por Marinetti. Exalta las máquinas, la velocidad, la tecnología y la violencia. Su ruptura formal con la literatura anterior se realiza mediante la desaparición de la lógica de la sintaxis.
                                    
     El Dadaísmo (1916, Tristan Tzara) lo niega todo en pos de una fantasía libre. Su lenguaje es incoherente, como los balbuceos primeros de un bebé.
                                                 
     Más tarde, con el trabajo de Ramón Gómez de la Serna y sus metáforas insólitas de juegos verbales, sus Greguerías, se presentan las Vanguardias españolas. El Movimiento Ultra o Ultraísmo, la Vanguardia que va más allá de todas las Vanguardias, mezcla Futurismo y Dadaísmo. El Creacionismo fue manifestado por Vicente Huidobro en 1916, aunque se conoce en España desde 1918. El poeta más representativo de este movimiento, con todo, es de la Generación del 27: Gerardo Diego.
           
     Algo más tarde llega uno de los más representativos y longevos de los Ismos, el Surrealismo. Su Manifiesto es de 1924, firmado por André Brèton (que había empezado en el Dadaísmo).       
                                     
     Esta Vanguardia une lo irracional y la fantasía basándose en postulados propios de la época, como la conciencia marxista y el descubrimiento de la psique que hizo Sigmund Freud. El Surrealisme francés, que significa sobre o superrealidad, presenta como características fundamentales el automatismo psíquico a través de la escritura automática (libertad de la mente para crear) y la exploración del subconsciente.
            
     En España el Surrealismo es, sobre todo, una influencia formal (más onirismo que escritura automática) en la figura de Juan Larrea, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda o Federico García Lorca.
    



















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