2. NOVECENTISMO
Y VANGUARDIAS
NOVECENTISMO
Este movimiento se considera un puente entre las
Generaciones del 98 y del 27, asimismo, también recibe el nombre de Generación
del 14. Sus integrantes son filósofos, historiadores, periodistas y
escritores como José Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Salvador de Madariaga,
Américo Castro, Gregorio Marañón, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Ramón
Gómez de la Serna o Juan Ramón Jiménez.
Independientemente de si forman o no Generación
(recordad los principios de Petersen), es un grupo homogéneo formado por
intelectuales europeístas que buscan la modernización de España, por lo que
son, en general, progresistas. Proclaman el Arte Nuevo (artículo de Ortega en Revista
de Occidente) como un arte deshumanizado que no está dirigido a las masas.
Lírica
El poeta por definición de este grupo es Juan Ramón,
del que ya hablamos largo y tendido en el tema del Modernismo, pues sus inicios
con Ninfeas o Alma de violetas, son modernistas. Como ya dijimos entonces,
después de superar al “cisne” toma un camino muy personal que lo convierte en
un auténtico y genuino buscador de la pureza, la poesía y la belleza
sublimada, además de uno de los padres de la poesía del siglo XX, inspirador de
Salinas, Guillén, etc.
Juan Ramón JIMÉNEZ (1881-1958)
Autodescrito como “andaluz universal”, nació en Moguer, Huelva, en 1881.
Desde niño sufre problemas de salud que lo debilitan físicamente; la muerte de
su padre, espiritualmente. Va a Madrid y se “empapa” de Modernismo, publicando
sus obras en torno a 1900, con un halo de neorromanticismo. Sus primeras obras
son modernistas, con simbolismo y paisajes melancólicos. En 1916 se casa con
Zenobia Camprubí, para entonces JRJ ya es un poeta maestro y va encontrando su
forma desnudando la poesía de su ropaje modernista. En la guerra se exilió en
América dando clases en diferentes universidades. Recibe el Nobel en 1956, año
en que muere Zenobia. Dos años más tarde, muere. De una personalidad difícil,
contrajo enemistades profundas con otros poetas, incluso con seguidores suyos
como Guillén o Salinas.
Aunque también escribe prosa (Platero y yo, novela lírica) su vida
es poesía. Empieza en el Modernismo, se encasilla en el Novecentismo pero su
obra sigue avanzando hasta estar fuera de cualquier movimiento. Extremadamente
sensible, su obra se divide en primera poesía, poesía modernista, poesía
desnuda, poesía pura y poesía del destierro.
Su primera poesía es adolescente (Ninfeas, 1900; Almas de
violetas). La poesía modernista: Rimas, 02; Arias tristes,
03; Elejías, 07-08; Sonetos espirituales, 14-15… Poesía
desnuda: Diario de un poeta recién casado, 17, es intelectual
y sin ornamento. Es una poesía elitista como en Eternidades, 16. En poesía
pura destaca Poesía, 23, y Belleza, 23. En la poesía del destierro
se observa un JRJ más metafísico, endiosado, aparece un dios: El otro
costado (36-42) o Dios deseado y deseante (48-49).
Caso destacable es Ramón Gómez de la Serna
(1888-1963) que escribió ensayos, novelas, biografías, artículos periodísticos,
pero al que nombramos en este epígrafe por un asunto lírico: la Greguería. Esa
pequeña metáfora visual es en sí misma un adelanto de los que luego nos traerán
muchas de las Vanguardias, juego e irrealidad. No olvidemos que buena parte de
la introducción de las “avant-garde” en España se debe al Prometeo
español (utilizando así también una de sus revistas). La Greguería es la
mezcla de humorismo y metáfora. Descúbrela en:
Narrativa
Junto con el ensayo, la novela es el género predilecto
de los novecentistas para la expresión de su pensamiento. Los novelistas más
importantes del grupo son Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala.
Gabriel MIRÓ[1] (1879-1930). Idealiza el Modernismo en sus
imágenes levantinas sublimando el “arte por el arte”, así como la emoción en
obras como Las cerezas del cementerio (10) de corte simbolista. Pero la
expresión estética más destacada de Gabriel Miró se ve mejor en Nuestro
Padre San Daniel (21) y El obispo leproso (26). Ambas novelas
son “episodios” de la vida de Oleza (alter ego de Orihuela) y versan
sobre el paso del tiempo. Son relatos de crueldad que presentan técnicas
novedosas sobre todo en lo que al tratamiento del tiempo se refiere.
Ramón PÉREZ DE AYALA[2] (1880-1962). Persigue el cambio
moral del individuo, a través de una novela experimental en la que se hallan
diálogos, intercalación de historias, perspectivismo… Se puede dividir su
producción en dos grandes etapas.
La primera sería autobiográfica y en ella encontramos
la tetralogía formada por Tinieblas en las cumbres (07), AMDG(10),
La pata de la raposa (12) y Troteras y danzaderas (13).
La más importante es AMDG, que recibe el nombre de las siglas que forman
el lema de la Compañía de Jesús (Ad maiorem Dei gloria). La infancia en
un colegio de Jesuítas, como también se relata en El jardín de los frailes
de Azaña, es una dura experiencia, difícil de superar. En estas obras
Alberto Díaz de Guzmán, un alter ego del autor, es el
protagonista.
La segunda etapa en que dividimos la producción
narrativa de Pérez de Ayala se podría denominar como universal porque en ella
trata temas globales. Destacan obras como Belarmino y Apolonio (21),
sobre la necesidad de comunicación y armonía entre las personas, Luna
de miel, luna de hiel (23) o Los trabajos de Urbano y Simona (23)
que son caricaturas que ponen en liza la necesidad de una educación sexual. Tigre
Juan, de 1924, o El curandero de su honra (obra homónima al drama
calderoniano, del 26) tratan, desde lo grotesco, la perfección del amor.
Ensayo
Como el objetivo del Novecentismo es modernizar el
país, consiguiendo así un cambio moral en los individuos, los ensayos
novecentistas es un género ideal para desplegar el carácter intelectual del
grupo, bastante elitista y dado a los continuos actos públicos donde expresar
su Pensamiento. La preocupación por el estilo y la precisión del lenguaje es
muy evidente en estos autores por lo que este género no es una proclama de
ideas sino un verdadero objeto literario donde volcar una reflexión organizada
sobre los temas más recurrentes del Novecentismo: Europa, la Ciencia, la vida
positiva, la reforma política…
José ORTEGA Y GASSET (1883-1955)[3]. En un guía intelectual del
periodismo, la literatura y la filosofía del siglo XX. El pensamiento
orteguiano oscila entre la razón vital (razón como parte de la vida) y el
condicionamiento de las circunstancias el perspectivismo (de ahí la
famosa frase de “Yo soy yo y mis circunstancias”).
Sus ensayos filosóficos más conocidos son los
siguientes: Meditaciones del Quijote (14) en el que reflexiona sobre las
circunstancias españolas a través de una figura fundamental en todos los
tiempos como ha sido el protagonista de la obra de Cervantes (recuerda, si no,
la entrada anterior donde Unamuno o Maeztu lo utilizaban para expresar ora
angustia existencia, ora decadencia). Y El espectador es una colección
de artículos sobre diferentes temas reunidos entre 1916 y 1924.
Sus ensayos estéticos quedan bien representados con
títulos como Ideas sobre la novela y La deshumanización del
Arte[4], ambas de 1925 y de su publicación
Revista de Occidente[5].
Sus ensayos sobre ideas sociales y políticas buscan una
europeización española a través de una élite de intelectuales que debería
dirigir una reforma en este país. Títulos representativos son La España
invertebrada y La rebelión de las masas, de 1922 y 1930,
respectivamente.
Otros ensayistas…
Eugenio D’Ors (1882-1954). Sus Glosas parten del periodismo.
Escribe Glosari (06-10) y Nuevo glosario (20-43). Profesa el
culto a la razón también en sus obras de crítica literaria.[6]
Manuel Azaña (1880-1940). Liberal, ministro, presidente de la II
República, además es un escritor que trata el presente histórico español y las
medidas necesarias para reformar el país (educación, secularización del
estado…). Escribió el libro de diálogos políticos La balada de Benicarló (39),
además de la novela El jardín de los frailes, en prensa, publicada en
1927.[7]
Salvador de Madariaga (1886-1978). Trata temas históricos, culturales,
políticos y sociológicos. Anarquía y jerarquía (1935).[8]
Gregorio Marañón (1887-1960). El doctor Marañón escribió artículos y
ensayos sobre Medicina, Crítica literaria, sobre grandes figuras históricas… Tres
ensayos sobre la vida sexual (1926). [9]
Américo Castro (1885-1972), La realidad histórica de España (54).
Discípulo de Menéndez Pidal, está muy relacionado con el Centro de Estudios
Históricos[10] y la Institución Libre de
Enseñanza[11]. Habla de las “castas” en el Siglo
de Oro y de la importancia de las tres religiones en la formación del “ser”
español.
Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984), España, un enigma histórico
(56). Historiador, polemizó con Castro por el asunto de las “castas”. Fue
presidente del Consejo de ministros de la República en el exilio.
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). El Nobel de
Medicina escribió La vida a los ochenta años (34).[12]
Ramón Menéndez Pidal (1869-1968). Uno de los mayores conocedores de la
literatura medieval española, en especial del Cid, escribió multitud de
trabajos sobre Lengua y Literatura.[13]
LAS VANGUARDIAS
Los "Ismos" son movimientos, muchos de ellos efímeros, que se
fueron creando en las primeras tres décadas del siglo pasado. Su origen es
europeo, aunque referiremos dos españolas, son interdisciplinares, rompen con
lo anterior basándose en una máxima ya conocida: "el arte por el
arte". Se basan, en su mayoría, en la irracionalidad y la imaginación,
todo ellos a través de la experimentación. Destacaremos sólo algunas de
las muchas que hubo: Cubismo, Futurismo, Dadaísmo, Surrealismo y Ultraísmo y
Creacionismo en España. El introductor e impulsor de muchas de estas corrientes
fue Ramón Gómez de la Serna.
El Cubismo se suele reconocer como un
movimiento pictórico gracias a la labor de Pablo Ruiz Picasso, si bien cabe
destacar el afán de Guillaume Apollinaire en sus Caligramas, o poemas
visuales, como un intento de mostrar todas y cada una de las perspectivas de la
realidad literaria.
El Futurismo es una Vanguardia italiana, cuyo Manifiesto
fue publicado en 1909 por Marinetti. Exalta las máquinas, la velocidad, la
tecnología y la violencia. Su ruptura formal con la literatura anterior se
realiza mediante la desaparición de la lógica de la sintaxis.
El Dadaísmo (1916, Tristan Tzara) lo niega todo en
pos de una fantasía libre. Su lenguaje es incoherente, como los balbuceos
primeros de un bebé.
Más tarde, con el trabajo de Ramón Gómez de la
Serna y sus metáforas insólitas de juegos verbales, sus Greguerías, se
presentan las Vanguardias españolas. El Movimiento Ultra o Ultraísmo, la
Vanguardia que va más allá de todas las Vanguardias, mezcla Futurismo y
Dadaísmo. El Creacionismo fue manifestado por Vicente Huidobro en 1916, aunque
se conoce en España desde 1918. El poeta más representativo de este movimiento,
con todo, es de la Generación del 27: Gerardo Diego.
Algo más tarde llega uno de los más representativos
y longevos de los Ismos, el Surrealismo. Su Manifiesto es de 1924,
firmado por André Brèton (que había empezado en el
Dadaísmo).
Esta Vanguardia une lo irracional y la fantasía
basándose en postulados propios de la época, como la conciencia marxista y el
descubrimiento de la psique que hizo Sigmund Freud. El Surrealisme
francés, que significa sobre o superrealidad, presenta como características
fundamentales el automatismo psíquico a través de la escritura automática
(libertad de la mente para crear) y la exploración del subconsciente.
En España el Surrealismo es, sobre todo, una
influencia formal (más onirismo que escritura automática) en la figura de Juan
Larrea, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda o Federico García
Lorca.
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