Como sabes, la Guerra Civil supuso una profunda brecha en la evolución literaria española porque algunos de los modelos narrativos anteriores mueren (Unamuno, Valle), porque otros se exilian (Aub, Ayala, Sénder), y porque la censura y las nuevas circunstancias políticas coartan la libertad de los narradores, sobre todo en materia social. Las condiciones sociales de la inmediata posguerra, es decir, el hambre, la miseria, la falta de libertades, etc. hacen que pierda sentido la novela deshumanizada de los años treinta, así que esa tendencia se acaba (por el momento). Por todo lo anterior, la novela a partir de la contienda española debe comenzar de nuevo. En este tema estudiaremos retazos de la novela de guerra y exilio así como las difentes tendencias que se establecen después de la guerra, en los cuarenta -novela existencial o tradicional-, en los cincuenta -novela social y realista-, en los sesenta -novela experimental- y a partir de 1975 con una pluralidad de tendencias narrativas que es en sí misma una tendencia.
Novela de guerra
La novela que se hace en la guerra peca de propagandística, tanto para un bando como para otro. No son obras estilísticamente memorables, su importancia viene de su contenido directo y de las circunstancias en las que se escribieron y publicaron. César Arconada (Río Tajo, 1938) o Concha Espina (Retaguardia, 1937) son ejemplos de novelistas republicanos y nacionales, respectivamente.
Novela del exilio
Es obvio que uno de los temas fundamentales de un exiliado es su patria y el dolor de la distancia. Tanto Sénder, como Aub o Ayala comparten esta temática aunque con estilos diferentes. Ramón J. Sénder (1901-1982) empezó su carrera antes de la guerra con narraciones de corte social y de denuncia. Su obra más recordada del exilio es Réquiem por un campesino español (publicada bajo el nombre de uno de sus protagonistas, Mosén Millán, en 1953). Max Aub (1903-1972), poeta, dramaturgo y, también, novelista, pertenecía a la Generación del 27 antes de la guerra. En sus Campos, serie sobre la Guerra Civil y sus consecuencias, la crítica ha valorado muy positivamente el estilo y la riqueza de sus diálogos. La serie se compone de Campo cerrado (1943), Campo de sangre (45), Campo abierto (51), Campo del Moro (63), Campo francés (65), Campo de los almendros (68). Francisco Ayala (1906-2009) empezó a escribir antes de la guerra, dentro de la Generación del 27, pero es su etapa posterior a la guerra la más reflexiva. Critica en Muertes de perro (1958) la Dictadura. Escribe relatos y novelas.
Novela de posguerra (1939-1950)
El nuevo camino que ha de buscar la novela a partir de la guerra promueve la diversidad de tendencias entre las que habitan la novela triunfalista, la psicológica, la poética, la simbólica, la tremendista y la existencial, amén de autores y obras inclasificables como José María Gironella con Los cipreses creen en Dios o Lola, espejo oscuro de Darío Fernández Flórez. En general la temática corresponde con la variedad de tendencias aunque priman temas como la amargura de vivir, la soledad, la angustia, la inadaptación o la muerte. Lo cual determina unos protagonistas inadaptados, solitarios y marginados socialmente. La sociedad de los años cuarenta en España traspasa la tela social y se inmiscuye en la literaria.
En Madrid, de Corte a checahttp://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=checa (Foxá, 1938) vemos un claro ejemplo de novela de los vencedores en la que el autor, Agustín Foxá, de indudable apego falangista, determina las circunstancias estables que ha traido el Alzamiento Nacional con su tradicionales valores: Dios, Patria y Familia.
Aunque los "perdedores" siguen escribiendo no hay denuncia social clara y directa en esta época sino una angustia dramática, como en la poesía desarraigada. Cabe destacar en este punto dos novelas importantísimas para el entendimiento de la novela de posguerra, son La familia de Pascual Duarte (1942) y Nada (1945). Camilo José Cela (1916-2002) es un novelista que recorre todas las décadas de la novela española siendo el máximo nombre del tremendismo de los años cuarenta. Aunque no es un autor de compromiso social (llegó a ser censor), sí describe la miseria física y espiritual en su primera novela de renombre, La familia de Pascual Duarte. En esta novela utiliza los recursos clásicos de la novela picaresca (autobiografía, vida de servicios, miseria y consideración de antihéroe) para escribir un relato desolador de la España de la época. De la primera persona narrativa pasa al protagonista colectivo de La colmena (1951) en la que, desde la perspectiva realista de los cincuenta, se relata la vida de un Madrid dividido en cientos de historias pequeñas sobre miserias, intereses y abusos. De la década experimentalista de la novela española destacamos San Camilo 1936 (1969), con una de las técnicas propias de la época: el monólogo interior continuo. Su última novela es Madera de Boj (1999). Le concedieron el Nobel por "la riqueza e intensidad de su prosa, que con refrenada compasión encarna una visión provocadora del desamparo de todo ser humano".
Carmen Laforet (1921-2004) es autora de pocas obras pero buena representante de la novela existencial de los años cuarenta. Con Nada, ganadora del premio Nadal, nos traslada a la angustia de una joven por el tiempo en el que vive, dentro de una serie de intereses entre los que no está su propia vida. La protagonista de esta novela, como los de La isla y los demonios (1950) o Una mujer nueva (1955), lucha contra la mediocridad que la rodea.
Aunque los "perdedores" siguen escribiendo no hay denuncia social clara y directa en esta época sino una angustia dramática, como en la poesía desarraigada. Cabe destacar en este punto dos novelas importantísimas para el entendimiento de la novela de posguerra, son La familia de Pascual Duarte (1942) y Nada (1945). Camilo José Cela (1916-2002) es un novelista que recorre todas las décadas de la novela española siendo el máximo nombre del tremendismo de los años cuarenta. Aunque no es un autor de compromiso social (llegó a ser censor), sí describe la miseria física y espiritual en su primera novela de renombre, La familia de Pascual Duarte. En esta novela utiliza los recursos clásicos de la novela picaresca (autobiografía, vida de servicios, miseria y consideración de antihéroe) para escribir un relato desolador de la España de la época. De la primera persona narrativa pasa al protagonista colectivo de La colmena (1951) en la que, desde la perspectiva realista de los cincuenta, se relata la vida de un Madrid dividido en cientos de historias pequeñas sobre miserias, intereses y abusos. De la década experimentalista de la novela española destacamos San Camilo 1936 (1969), con una de las técnicas propias de la época: el monólogo interior continuo. Su última novela es Madera de Boj (1999). Le concedieron el Nobel por "la riqueza e intensidad de su prosa, que con refrenada compasión encarna una visión provocadora del desamparo de todo ser humano".
Carmen Laforet (1921-2004) es autora de pocas obras pero buena representante de la novela existencial de los años cuarenta. Con Nada, ganadora del premio Nadal, nos traslada a la angustia de una joven por el tiempo en el que vive, dentro de una serie de intereses entre los que no está su propia vida. La protagonista de esta novela, como los de La isla y los demonios (1950) o Una mujer nueva (1955), lucha contra la mediocridad que la rodea.
Dentro de la novela realista tradicional cabe destacar la primera novela conocida de Miguel Delibes, del que hablaremos más tarde, La sombra del ciprés es alargada (1948) o Javier Mariño (1943) de Gonzalo Torrente Ballester.
Técnicamente las novelas de esta etapa no son muy innovadores pues ofrecen un relato lineal con un narrador en tercera persona (casi siempre) y una ausencia de saltos temporales.
Novela social y neorrealismo (1950-1962)
El realismo es afín a la literatura española, desde El Lazarillo hasta Galdós, desde Cervantes hasta Belén Gopegui, si bien cambian las formas. El realismo en la novela de la década de los cincuenta se divide principalmente en dos corrientes: el neorrealismo y la novela social. El neorrealismo se preocupa por valores éticos y la intención de registrar lo que pasa en la sociedad transcribiéndolo en la novela. La novela más representativa es El Jarama (1956) de Rafael Sánchez Ferlosio. Esta novela, más allá del argumento sencillo que tiene, refleja fielmente usos lingüísticos y sociales de un grupo de jóvenes de los cincuenta con un narrador replegado y una importancia absoluta del diálogo y la expresividad de los personajes.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/television/entrevista-rafael-sanchez-ferlosio-serie-tiempos-modernos/728850/
Novela social y neorrealismo (1950-1962)
El realismo es afín a la literatura española, desde El Lazarillo hasta Galdós, desde Cervantes hasta Belén Gopegui, si bien cambian las formas. El realismo en la novela de la década de los cincuenta se divide principalmente en dos corrientes: el neorrealismo y la novela social. El neorrealismo se preocupa por valores éticos y la intención de registrar lo que pasa en la sociedad transcribiéndolo en la novela. La novela más representativa es El Jarama (1956) de Rafael Sánchez Ferlosio. Esta novela, más allá del argumento sencillo que tiene, refleja fielmente usos lingüísticos y sociales de un grupo de jóvenes de los cincuenta con un narrador replegado y una importancia absoluta del diálogo y la expresividad de los personajes.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/television/entrevista-rafael-sanchez-ferlosio-serie-tiempos-modernos/728850/
En la década de los cincuenta la censura se relaja lo que permite la aparición de novelas en las que la denuncia de pobreza y marginación es más directa que en las de los años cuarenta. A esta tendencia se le ha dado el nombre de Novela Social y no es exclusivamente española puesto que entronca con un movimiento progresista de reflejo de la sociedad con el fin de cambiar los efectos más nocivos de la misma. Para entenderlo hay que fijarse en la figura del dramaturgo y ensayista francés Jean-Paul Sartre que enuncia el concepto de la literatura social: "La literatura no debe reflejar solo la realidad, sino explicarla, e, incluso, transformarla" y, sigue, "el escritor tiene una función social, y será complice de la opresión si no se alía con los oprimidos". Con estas citas se ve que el realismo de la década de los cincuenta se parece poco al espejo en el camino de la novela decimonónica, pues se toma como instrumento -preceptos marxistas por en medio- para transformar la realidad, como hemos visto también en la lírica de, por ejemplo, Gabriel Celaya. Se combate la literatura pobre con literatura, el mensaje se traslada mejor si está bien escrito así que no es proclama política sino novela lo que se va a hacer en esta década, a pesar de la sencillez de la misma.
Dejando a un lado a los precursores de la novela social como son Delibes o Cela (El camino, 1950 o La colmena, 1951), estamos hablando de autores como Ignacio Aldecoa, José Manuel Caballero Bonald, Carmen Martín Gaite, Juan García Hortelano o Juan Marsé. Los temas principales son tanto urbanos como rurales, tienen que ver con los trabajos y la miseria de muchas de estas ocupaciones, las clases sociales y el recuerdo de la Guerra Civil.
Los elementos en común de las novelas realistas de esta década son: narración lineal dentro de una aparente sencillez, descripciones funcionales, espacios y tiempos muy limitados, preeminencia de un personaje colectivo o uno que represente a una colectividad y, el rasgo más destacado, importancia del diálogo.
Novela experimentalista (1962-1975)
A principios de la década de los sesenta se produce un cambio en la novela española debido al agotamiento de la novela realista, del abuso de contenidos sociales (con excesivo peso político en ocasiones), preferencia de renovación técnica y estética por la influencia de autores extranjeros como los hispanoamericanos García Márquez, Vargas Llosa, Juan Rulfo, o las reminiscencias de Kafka (malesttar existencial), Proust y Joyce (manejo del tiempo narrativo), los coetáneos estadounidenses de la Generación Perdida, la opaca novela francesa del Nouveau Roman, etc. Hay una obra bisagra entre la novela realista y la experimental, que supone el inicio del cambio, Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos (autor de única obra puesto que Tiempo de destrucción no llegó a publicarla) de 1962. En esta obra se empiezan a ver los recursos técnicos que se introducen en la novela española a partir de este momento: desaparece la voz del autor, el perspectivismo cobra mayor importancia, importancia que pierde el argumento, se introducen elementos abiertamente antirrealistas así como elementos discursivos no narrativos (digresiones, artículos de prensa...), las descripciones dejan de ser funcionales y cobran mayor fuerza estética a través del simbolismo o la metáfora.
Los personajes se presentan y definen por sus comportamientos, dentro de la colectividad a la que están abocados, siempre en un grado de marginación social que escapa a lo puramente económico. La estructura de la novela también se ve renovada pues ya no hay capítulos ni unidades internas, a veces, ni siquiera tiene un final cerrado. Varias historias se van entrelazando en una concentración espacial y en un tiempo renovado, ya sea porque se concentra en extremo, porque hace simultáneas varias historias, porque recala en la anacronía (retrospección y anticipación...), porque desordena cronológicamente la obra, etc. El narrador no suele ser omnisciente y puede alternar todas las personas lingüísticas (incluso la segunda). El diálogo de los personajes se supedita al narrador, tanto, que a veces, lo que dicen los mismos se produce en un monólogo interior o corriente de conciencia (estilo indirecto libre) para reproducir el pensamiento desordenado. Por último, destacaremos que hay algunas alteraciones tipogáficas y de los signos de puntuación.
Miguel Delibes (1920-2010), autor prolífico de nuestra novela, recala en el experimentalismo de los años sesenta con Cinco horas con Mario. En esta obra se enfrentan las ideas conservadoras e innovadoras que sobrevolaban ya el Régimen de Franco y la sociedad española en general a través de la renovación literaria que supone el continuo monólogo de Carmen en el velatorio de su marido.
http://cvc.cervantes.es/actcult/delibes/default.htm
Miguel Delibes (1920-2010), autor prolífico de nuestra novela, recala en el experimentalismo de los años sesenta con Cinco horas con Mario. En esta obra se enfrentan las ideas conservadoras e innovadoras que sobrevolaban ya el Régimen de Franco y la sociedad española en general a través de la renovación literaria que supone el continuo monólogo de Carmen en el velatorio de su marido.
http://cvc.cervantes.es/actcult/delibes/default.htm
Otros autores y obras de la tendencia renovadora son Juan Benet con Volverás a Región o la interesante La saga/fuga de JB de Gonzalo Torrente Ballester (donde se empieza a ridiculizar el exceso de experimentación de la novela española).
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